Para inicios de 1914 los revolucionarios dominaban casi todo el norte del país (a excepción de Baja California). En Durango, Pablo González y Jesús Carranza, (o Jesús Agustín Castro y Luis
Caballero en su ausencia),
habían tomado el liderazgo del movimiento cuando Carranza tuvo que salir hacia
Sonora después de que fuerzas huertistas tomaron el control del estado a
mediados de 1913. Para entonces, los hermanos Cedillo se habían convertido en
la fuerza dominante de San Luis Potosí; en Tepic
operaba exitosamente Rafael Buelna; en Jalisco Félix Bañuelos y Julián Medina; y en Michoacán José Rentería Luviano, Gertrudis
Sánchez y Joaquín Amaro Domínguez. En Veracruz, la lucha estaba encabezada
por Antonio Galindo, Cándido
Aguilar, Hilario Salas y Miguel
Alemán.
Durante marzo y abril de 1914 los
ejércitos del norte comenzaron a avanzar hacia la capital, Obregón por
occidente, Villa por el centro, y Pablo González por el este con la intención
de derrocar a Huerta, lo que motivó y facilitó el estallido de numerosos
alzamientos en los estados centrales del país.
Especialmente, la ciudad de Zacatecas tenía una gran importancia para ambos bandos
debido a que era un cruce ferroviario que debían de tomar los revolucionarios
procedentes del norte del país antes de llegar hasta la capital. La ciudad, que
se encuentra rodeada de altos cerros, presentaba un gran obstáculo para los
atacantes. El general Medina Barrón, encargado de las defensas de la ciudad,
colocó la artillería del ejército federal en la cima de dos de los cerros más
altos: el de la Bufa y el del Grillo.
A pesar de la victoria, Villa no
pudo ser el primero en llegar a la capital debido a que Carranza bloqueó los
envíos de carbón a la División del Norte, el cual era necesario para alimentar
los ferrocarriles de Villa.
Por otro lado, Obregón bajó por
Sinaloa y Jalisco, ocupando Guadalajara, desde donde se dirigió al centro del
país. González bajó por Monterrey, Tampico, San Luis Potosí y Querétaro.[]Con
estos avances el movimiento dejó de ser exclusivo del norte del país y abarcó
prácticamente la mitad del territorio nacional, lo que al mismo tiempo ocasionó
que otros sectores sociales se incorporaran. Además, conforme avanzaron las
fuerzas revolucionarias, se tuvieron que establecer diversos pactos con los
lugareños a cambio de apoyo, por lo que se hicieron decretos obreristas y
agraristas
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